tus pupilas negras,
me reclaman. Tus labios
sin ti me besan.
¡Cómo has podido tener
la misma mirada negra
con esos ojos
que ahora llevas!
Sonreíste. ¡Qué silencio,
qué falta de fiesta!
¡Cómo me puse a buscarte
en tu sonrisa, cabeza
de tierra,
labios de tristeza!
No lloras, no llorarías
aunque quisieras;
tienes el rostro apagado
de las ciegas.
Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.
FUENTE
“Antología Poética,
Jaime Sabines”, Selección de Pilar Jiménez Trejo, México,
Documento electrónico, p.227.
Jaime Sabines, poeta mexicano del siglo XX.
Para cualquiera que gusta de la poesía existen poemas que se convierten en clásicos para uno mismo. Confieso el día de hoy que eso mismo me ha sucedido con respecto al que publico en esta ocasión. Y es que, cómo no, desde mi adolescencia obtuve un gran gusto por escribir, claro que lo que entonces hacía resulta no ser de mi agrado actualmente. Suele pasar que alguien hace como que escribe sin haber leído gran cosa.
En mi primer año de bachillerato, ya con un altísimo grado de interés hacia la literatura y con enormes ganas de aprender sobre ello, tomé como optativa el Taller de Poesía que se impartía en la escuela: ¡Mira qué enormes sorpresas! fue como dí con este poeta.
Sin duda este poema se convirtió en algo especial para mí, digno de encontrarse a la cabeza de mi antología poética personal, la cual siento que jamás será terminada si sigo escarbando entre los libros de poesía.
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