Prefiero ser hormiga.
En las inmensas columnas
nada que me distraiga de mi deber en la
tierra.
No hay lugar para el yo,
para el amor más terrible que es el amor
propio.
La vanidad resulta impensable.
No queda espacio
para rivalidades o querellas de grupo.
Carezco de importancia: tengo misión.
Cumplo con mi papel aunque estoy consciente
de que me esperan la vida brutal y breve,
el final absurdo (como individuo);
pero la gloria absoluta
en tanto hormiga triunfante,
especie que nada o nadie
podrá borrar de este mundo.
Menos que nadie
esos gigantes lamentables, obsesionados
con gasearnos y pisotearnos.
La invulnerabilidad colectiva
es nuestro don, y no
-lamento decirlo- el suyo.
Aquí estamos y seguiremos
las invencibles hormigas.
Los humanos, en cambio, nunca
podrán hablar así de ellos mismos.
FUENTE
Pacheco, José Emilio, La arena errante; México, ERA, 2010; p. 105.
Pacheco, José Emilio, La arena errante; México, ERA, 2010; p. 105.
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