Tenemos,
desde que existe memoria, la tradición de contar los hechos acontecidos. La
historia de la humanidad ha sobrevivido no sólo gracias a quienes la escriben,
también a quienes la cuentan, sean o no sean sus testigos directos; la historia
tiene su origen en la tradición oral, en todo aquello que de generación en
generación, y de boca en boca, ha llegado hasta nuestros días. La literatura se
inspira también en ello: los hechos reales.
De la Revolución mexicana se ha
dicho demasiado, se le ha analizado de uno y otro modo: como una sola, como
varias e incluso como una guerra nunca terminada. Y aun con tanto material
bibliográfico nadie consigue ponerse de acuerdo, tal vez lo ideal sería tener una
recreación exacta, eso es lo que de cierto modo conseguimos al leer Los de
abajo, de Mariano Azuela.
En los libros escolares, la lucha armada que
inició en el México de 1910 se nos presenta como una lucha del pueblo y no sólo
eso, sino como una ¿victoria?, ¿del pueblo? Parece ser que no:
-- Pero usted, sólo
con unos cuantos hombres por acá, no dejará de pasar por un cabecilla sin
importancia. La revolución gana indefectiblemente; luego que se acabe le dicen,
como les dijo Madero a los que le ayudaron: “Amigos, muchas gracias; ahora
vuélvanse a sus casas…”[1]
La
voz narrativa de Los de abajo desenvuelve
su hilo conductor en torno de un verdadero testigo, que presenció el movimiento
al lado de una tropa y que tras ver desde dentro el hecho, creó una novela que
caracterizaría lo que realmente fue, o creyeron que fue, la Revolución mexicana
para quienes luchaban por ella.
Mariano Azuela se personifica a sí
mismo en su texto literario, como Luis Cervantes, el médico que acompaña a la
cuadrilla encabezada por Demetrio Macías. Se trata de la parte intelectual que
va observando cómo y por qué los hombres que luchan ya no son los mismos si no
lo hacen, cómo se van perdiendo poco a poco entre la tierra y nadie más los
recuerda.
Entre sus páginas, Los de
abajo narra, a grandes rasgos, lo que entonces nadie sabía qué era, la
causa que nadie entendía y en cierto modo la que cada uno tenía; la revolución
que entonces sólo significaba ver cuadrillas de hombres por los caminos de
tierra, verlos tomar casas, asaltar haciendas y hasta pueblos enteros.
Esta novela es habitada por distintos
personajes de este tipo, que se acercan para contar sus historias al médico de
la cuadrilla. Son hombres, la mayoría, que van dejando cuenta de la
incertidumbre colectiva, y mujeres que se levantan para defender lo que creen
suyo mientras otras sólo quedan preñadas por los guerrilleros o se resignan a
esperar fielmente a sus maridos. La habitan personajes que a pesar de haberse
convertido en nómadas, sólo ambicionan volver a su tierra.
Mariano Azuela nació en Lagos de moreno, Jalisco, el primero de enero de 1873, fue hijo de comerciantes y falleció en la Ciudad de México el primero de marzo de 1952. Se graduó como médico cirujano pero su gusto por la literatura lo llevó a inmiscuirse en el mundo de la escritura. Destacó principalmente en la narrativa, que logró combinar perfectamente con su interpretación y visión crítica de la realidad de su época.
[1]
Azuela, Mariano, capítulo XIII de Los de
abajo. México, Fondo de Cultura Económica, segunda edición, 1960, p.47.
*Publicado en Acrónimos Marzo, Año 1 No. 1
Por Luz Atilano
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